15 de julio de 2012

15 de Julio.

Hacía mucho que no hacía una entrada, y rebuscando entre mis viejos archivos que guardo por ningún motivo concreto, encontré algo curioso.

Y sentir que la ciudad se te queda pequeña, todos los días son iguales y la monotonía te consume. Querer viajar, lejos, tan lejos, que nadie pueda saber nada de ti. Tan lejos, que tu nombre no será común, que tu cara será distinta, que tu piel será de otro color. Tan, tan, tan lejos, que nadie te pueda seguir, que tu vida no valga nada, porque no haya nadie en ella.

Ni si quiera recuerdo cuándo lo escribí. Sólo sé que sigo queriendo irme, pero ahora, quizás...
Preferiría ir acompañada.

Please, don't leave me (8)

25 de junio de 2012

Adiós selectividad :)

Hola verano (:

O eso espero. XD

*No es que no me importe. Es que ya me he cansado del tema.

4 de mayo de 2012

Madrugada del 4 de mayo de 2012. :)

Tras charlas interesantes sobre política, relaciones interpersonales, educación y filosofía, creo que debería volver a prestar atención a este blog y diseñar la calidad de entrada que prometí en agosto del año pasado. Creo que al fin tengo cosas que contar por aquí. No digo que mi punto de vista sea el correcto, solo es uno más. Y soy una chica muy normal, asi que encontraré a mucha gente que coincida conmigo y que pensará "pero si eso es evidente". No diré grandes novedades.

Pero tampoco pienso limitarme a decir que las cosas van mal. No voy a perder el tiempo con obviedades de tal calibre. No voy a quejarme sin ningún tipo de sentido y por supuesto, tampoco voy a lloriquear lo duro que se va a hacer todo a partir de ahora para mi, y para toda la sociedad de clase media. Esto va más allá de mí misma, y de mi vida, esto va mucho más allá del ahora, es atemporal, es impersonal, es lógica aplicada.

Y quizás dentro de no demasiado, vuelva a aparecer por aquí. :)

18 de febrero de 2012

Química D:

 Soy una terrorista de la química a nivel internacional xD. Aparte de eso, el día ha sido raro. Muy raro. La misa de mi abuelo ha sido triste y estresante, con mucha gente, demasiado golpe de pecho en el que por algún motivo no creo para nada y mi propia abuela algo mas estropeada de lo normal por las circunstancias que la rodean. Una pequeña dedicatoria en el periódico de hoy enviada por su sobrina hacía honor a mi abuelo de una forma algo más oficial.
 Aparte de mi nefasto examen de química en el que he demostrado al 100% que a veces la cago estrepitosamente, no ha habido demasiadas cosas interesantes. Pero me siento tan rara.
Hacía tiempo que no me sentía tan insuficiente en todos los aspectos de mi vida. Ver que parece que no alcanzo el nivel, que no soy suficiente en ningún ámbito, me tiene constantemente en vilo y preocupada, quizás no soy tan buena como me ven muchos. A lo mejor es esa expectativa tan alta lo que me hace sentirme insuficiente: ¿Hasta qué punto se puede defraudar a alguien? ¿Hasta qué punto puedo defraudarme a mí misma? No sé. Nunca he sido triste, aunque sí me considero reflexiva en general. Supongo que darle tanta vuelta a la cabeza es malo.

 A veces simplemente desearía ser una persona totalmente diferente, alguien que se ganara el cariño de los demás, alguien por quien la gente diría "merece la pena arriesgar". No soy una persona cariñosa, no soy emotiva, ni si quiera soy empática en demasía aunque sí sea comprensiva. Tengo un carácter que por desgracia roza la prepotencia ocasional, y me genera una gran cantidad de enemistades.
Sin embargo, me gustaria creer que no soy mala persona, aunque no sea un ángel. Todo el mundo tiene defectos, y yo, más que nadie. Es raro sentir que por mucho que hagas, nunca será suficiente, que no estás a la altura de las circunstancias. No sé exactamente qué pasa.

   Ser discreto con tus propios sentimientos no significa que no los tengas.

11 de febrero de 2012

Da igual lo que haga...

...al final siempre estás en medio.

22 de enero de 2012

Lo peor de todo, fue la misa.

Recuerdo cuando hace muy poco un familiar cercano y querido, que habia padecido una larga y dura estancia en un hospital gracias al cancer que padecía, murió, finalmente, tras menos de 24 horas de coma y habiendo aguantado casi una semana sedado. Pude observar con paciencia cómo cada día, incluso después de haber sido sedado, despertaba con energía e ilusión y cómo consciente de todo, arrastraba a toda su familia (que no es pequeña) hacia delante, comportandose de la forma más natural que le era posible, con la misma fuerza que siempre le había caracterizado. Era impresionante la forma de vivir de aquel hombre, pero más aún lo fue su forma de morir: rodeado de los suyos, muy querido, queriendo a todos, guiándonos. Él ya sabía lo que iba a pasar, estoy segura de ello, pero aún así, aguantó el tirón con mucha más entereza que todos sus queridos juntos. Era un valiente.

Cuando murió, detrás de un mes en el hospital, una navidad muy dura y una semana recibiendo muchísimas mas visitas de las que cualquier persona normal hubiera recibido, tardé en darme cuenta de que no iba a volver a verle ni a hablar con él. Es más, entré en trance, incluso viendo su cadáver, no fui capaz de reaccionar. Ni lloré ni reí. Entonces sólo quería mantenerme entera, facilitar las cosas a mi padre que, teniendo el mismo carácter que yo (motivo por el cual lo comprendí como nadie), lo pasaría peor viendo mal a los suyos que con la situación en sí, por la que ya había llorado antes. No pensé demasiado en el tema, la situación era extraña. El día completo en el tanatorio se hizo eterno, consolando familiares, observando el cuerpo inerte de aquel hombre, mi abuelo, quien siempre había sido querido por todo aquel que lo conociera, y que llenó el enorme tanatorio de agentes de los cuerpos de seguridad, familiares y amigos cercanos. Durante el día, y tras sucesivas visitas, todo el mundo lloraba la muerte de aquel magnífico hombre.

Sin embargo, lo peor de todo, fue la misa. En aquel momento, transcurrida una larga tarde, vi como sus hijos, mis tios, se acercaban tristemente, apenas sin fuerza, al altar. Vi cómo poco a poco la capilla de aquel tanatorio se llenó tanto que una gran cantidad de gente tuvo que quedarse fuera.  Vi como mi única tia carnal lloraba desconsolada con un ataque de nervios al observar el ataud cerrado de su padre, cómo el cura que iba a oficiar la ceremonia la tranquilizaba mientras llegaba el resto de la gente.

Contemplar a mi familia, totalmente rota por dentro en aquel momento, me hizo abrir los ojos de una forma sencilla, pero muy dolorosa. Él no iba a volver. Y es lo único que podía oir durante la misa: "...démosle ahora el ultimo adios..." "...descansará eternamente..." ... Todas aquellas frases que a los corazones verdaderamente cristianos proporcionaba alivio, a una persona agnóstica y escéptica como yo, sólo le sonaban a eso: no le verás nunca más, no volverás a hablar con él, ya no existe ni volverá a hacerlo jamás. Y cómo lloraba entonces. El desconsuelo en todos sus familiares era patente aunque se intentase llorar en silencio. Tras la ceremonia, y recuperada un poco de aquel llanto, vi como uno de mis tios abrazaba a mi abuela, desconsolado, cómo todos lloraban la pérdida de aquel gran hombre. Lloré entonces también, abrazada a mi padre, al que durante toda la tarde había tratado de facilitar las cosas manteniendome serena para que él no sufriese más, para ayudarle a aguantar el tirón con la misma entereza con la que su padre había vivido su enfermedad.

Finalmente, tras llevar el ataud con el cuerpo inerte de mi abuelo dentro al crematorio, recuerdo cómo toda la familia llegó a dar el pésame a mi abuela. Ella, tan entera como mi abuelo o mi padre, aunque rota por dentro y agotada como todos, recibió a aquella enorme cantidad de gente, y más que ser aliviada, alivió. Porque conocía a mi abuelo, y ella sabía que aquello era lo que él quería: que aguantase. Que aguantase y se repusiera pronto, que cuidase de los demás como él había hecho siempre, que se dejara cuidar por sus hijos, que viviera una vida normal y fuera feliz. Es, en el fondo, lo que siempre nos deseó a todos: que fueramos felices, incluso sin él.

Tras ese último mensaje de paz que la gente fue capaz de ver en mi abuela, esperamos con paciencia sus cenizas y, tras su entrega, nos fuimos a casa a descansar habiendo decidido que aquellas cenizas estarían para siempre en nuestro cortijo, que es lo que más le gustaba. Las esparcimos dos días después entre los olivos, y en ese momento comprendí que nunca se iría del todo.

Él era inmortal, porque muchísima gente conocía su nombre, porque todo el que le conocía, le quería y le recordaría para siempre, porque había hecho mella en la historia de su gente, porque había marcado un antes y un después. Era inmortal, porque nos dejó un enorme legado de amor, y de ganas de vivir, que aunque no tengamos fisicamente presente en sí mismo, queda en nuestro recuerdo como algo que nunca podremos olvidar: cómo un hombre conmovió el corazón de muchísima gente, cómo vivió y murió de una forma feliz, cómo consiguió que su familia se uniera más que nunca, cómo logró dar con su muerte un testimonio de fortaleza mayor que el que nadie hubiera podido imaginar, y cómo, incluso en los peores momentos, se puede querer muchísimo a todos los demás.

Porque fuiste, eres y serás siempre un gran hombre. Adiós, abuelo, te echaremos de menos.